1
Una pieza
donde el espacio del techo es igual
al del piso que a su vez es igual
al de cada una de las cuatro paredes
que delimitan un lugar sobre la calle.
La bruma se traslada a su mente
vacía, no sabe quién es y el primer
pensamiento "un perro que se da cuenta que es perro
deja de serlo'' vuelve a formar parte
del sueño pero aparece, difusa,
la maceta: una pava abollada con plantas
en el centro de la mesa: dos caballetes
sosteniendo una tabla de madera
--entonces está despierto.
Las manchas de óxido en el cielo--
el color de la luz sobre las cosas, el cielo
que se retrae y es óxido borroneado
entre sus ojos y cae dormido de nuevo, pero aparece
un orden en la materia despierta.
La ubicación lúcida
del lugar en el día, el ruido,
el cuerpo latiendo,
la ruina de una idea que corre
por una red de nervios,
palabras de acero
contenidas en un soplo:
un orificio cabeza de alfiler
en una cavidad del corazón.
2
En el 2do. estante,
un tenedor torcido entre el alcohol puro
y las gillettes usadas.
Sobre la heladera tiembla
una estatuita: es un tenista banado en oro falso
en el acto de sacar el primer servicio.
Cada minuto un trofeo de plástico.
Y en qué momento un hombre pierde
noción y su mente queda en blanco:
cuando no puede dormir y no aguanta
el hecho de estar despierto.
Cómo se llama eso que cuelga de la pared,
cómo se llama eso que cubre la lámpara.
Rodeado de cosas sin nombre a mí también
me hubiera gustado empezar esto
con: de noche junto al fuego
pero acá
no hay, salvo en potencia, fuego
y eso que se divisa, una oscuridad
baldía sobre nosotros, a duras penas
puede ser llamada noche, nada
hace suponer el final de la transmisión nocturna
que ahora termina y deja
la pantalla nevada
trasladando a la penumbra del pasillo
la oscilación de un aire gris que no provoca
ninguna emoción salvo en las cosas.
Antes del corte de la programación estuvo
el vuelo de una polilla en la pantalla
a contrapunto de la banda de sonido del Gran Chaparral,
una japonesa que se tiraba a la pileta,
los subtítulos en verde decían:
"acaso no eres tú la de los ojos azules",
en otro canal, el documental sobre cáncer de piel
y en otro un delfín saltando aros de fuego
y de nuevo la japonesa secándose la nuca
con la toalla, mirando la cámara
cambia y otro dice "solo se escribe
acerca de la muerte por dinero."
Cadáver, esto ya no es rock,
algunos roban estéreos, otros roban esposas
pero todos robamos.
Discriminando entre el dolor y la apertura siciliana
va hasta la pieza y en una hoja escribe
la jugada de una partida por correspondencia
que va a reproducir un tablero en Concordia
en otra noche. Alguien lee
la nota: Jaque,
torre negra toma peón alfil uno
mate
y sabe que todas sus piezas están perdidas.
No hay color, únicamente
queda la variación en los tonos
de gris que, en el pasillo,
se funden con el destello aguado de un aviso de yogur
que viene de la calle:
PORQUE LO MAS IMPORTANTE dice ES UNO MISMO.
3
En la cocina
la llama de la hornalla
oscila detrás del Guasuncho, que
se cree el héroe del Barrio Pepsi
pero que nunca salió de estas cuadras
a no ser para cobrar una renta.
Guasuncho, de visita en la cocina
él, que hace unos años fundó
una pseudo célula clandestina y después se puso
a vender biblias para el Ministerio de Ondas de Amor y Paz.
Ahora rehabilitado, con restos de chicle en el labio inferior
de su sonrisita parapolicíaca dice
hesitante
loco
loco, yo era amigo de Luca.
Guasuncho cuenta de una minita
que, siguiendo los pasos de su hermana mayor,
usa una remera donde un águila sostiene
el bate de beisbol en una garra y laureles en la otra.
En dos semanas cambió menos que en la media hora donde
hablamos del futuro en tiempo pasado.
El parlante roto, dice Guasuncho
hacía que la canción,
Blondie, se escuchara de a ráfagas, arrastrada
hasta la pieza desde otro lugar
menos pensado; después de la escena
de celos en el comedor coreano algo
quebró la sucesión de los hechos
y entonces, todo indicaba que era él,
no era yo, dice Guasuncho, con un envase
en la mano, ni ella, una mujer
sacando un jean del bolso
los personajes que a la otra mañana se movían detrás
de la vidriera mal enjabonada
en el San Cristobal Laverap.
Nadie comenta salvo Confuncio
que comparando de reojo al Guasuncho
con una diapositiva de cuando tenía 17
le dice, nunca debiste confiar tanto
en alguien que le pone Heráclito a su gato.
4
Hace un año la noche era igual
y nada le asegura que, acostado,
ésta no sea en realidad
otra noche y que el pasado
no pasó
o está gateando
por debajo de esa cama.
La noción del tiempo
perdida hasta que el alcohol le dilata
suave, las arterias
y un latido irregular del corazón
alcanza
para que las horas se reacomoden
en alguna de las dos noches
donde toma algo de un vaso rajado.
Mirando el reflejo de su cara
en el revés de una cuchara,
puede tirar el vaso a la mierda o dejarlo
en la mesa de luz: entre esos dos
puntos del deseo vacila el futuro
y lo importante podrá ser
el ruido,
azul, de los cubitos
de hielo derritiéndose en el vaso
pero lo esencial es el fulgor de una soldadora
llegando desde una construcción lejana: el esqueleto
de un edificio sin terminar
congelado en la iluminación que, desde más atrás,
irradia la terminal empapelada
con afiches de la gobernación:
NO, dicen el rojo, a la droga.
A mitad de cuadra los empleados de una farmacia de turno
fumando bajo una cruz, verde, de neón. Alcanza con bajar
la persiana para eliminar la escena. Cadáver, cada hora
que pasa vale más que un año en la vida de un perro.
Acostado
en la cama impresionista,
sentiría
el roce de un grano de arroz en su paladar seco,
mira la foto de una amiga
que estuvo internada
en un hospicio de París. Eso
suena pretencioso y, releyendo,
sería mejor cambiar París por Federación, hospicio
por hospital, internada por encerrada, pero
se atiene a los datos reales de la nota
detrás de la foto. En el papel
brilloso está prendiendo un cigarrillo,
protege la llama del encendedor en el hueco de la mano
de aquel viento que arrasó una playa. Atrás: el mar
cuando las olas crecen para romper.
Bajo un cielo anti-óxido su amiga, algo pálida;
el pelo del largo al que llega
dos meses después de rapado. La escena soluciona
un problema: sabría a quién llamar si en el bolsillo
de su pantalón, en vez de un cassette y una goma de borrar,
tuviera dos fichas larga distancia.
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