jueves, 22 de noviembre de 2007

Dia de la Musica...




Santa Cecilia, santa, pero ¿música?
Por Federico Soria Estevan

Mundo Clásico. 2-11-99. Como en tantas otras cosas, la rutina y la inercia
nos han hecho aceptar desde siempre que Santa Cecilia es la santa patrona de
la música. Su santidad se la otorgó en su día la Iglesia, y los músicos,
tanto aficionados como profesionales, no se la vamos a negar ni lo
pretendemos. En cuanto a su condición musical sí que tenemos algo que decir,
pues cabe cuestionarse con bastante fundamento si en realidad la santa tuvo
algo que ver directamente con el arte de los sonidos. Y a mí, como
aficionado y músico de hecho aunque no de derecho, he pergeñado los
siguientes párrafos tras la lectura de recortes de prensa, del New Grove
Dictionary of Music and Musicians y de ver la televisión local de Almería en
emisión de hace unas cuantas semanas.
Los hechos histórico-legendarios que han otorgado el patronazgo musical a
Santa Cecilia se resumen así: a muy temprana edad hizo voto de castidad,
aunque fue obligada a casarse con un joven llamado Valeriano. Al narrar el
episodio de la boda, las Actas de santa Cecilia, que datan del año 500 D.C.,
contienen este pasaje: "Durante el banquete de bodas, mientras la música
sonaba, ella entonaba oraciones en la soledad de su corazón, pidiendo que su
cuerpo quedara inmaculado". Sus oraciones fueron escuchadas y pudo persuadir
a su esposo para vivir con ella en la continencia y, además, lo convirtió al
cristianismo. Poco tiempo después ambos fueron descubiertos y martirizados.
En el caso de Cecilia, su martirio tuvo ciertas raras características: hubo
un primer intento de asfixiarla con el vapor del baño de su propia casa, o
de quemarla con el fuego de calentar el agua; dado que no dio resultado, se
la intentó decapitar, lo que tampoco se consiguió después de tres golpes de
hacha, de modo que así la dejaron y murió a los tres días. Del martirio de
su esposo Valeriano sí parece que hay constancia histórica; sin embargo, no
hay evidencia documentada de la existencia de Cecilia hasta la segunda mitad
del siglo XV, es decir -conviene remarcarlo- más de diez siglos después de
la época en que las Actas citadas dicen que vivió. Y es entonces cuando
comienza su veneración como santa. Enseguida tanto el supuesto lugar de
reposo de sus reliquias como las Actas fueron objeto de numerosos mosaicos,
frescos y miniaturas. Pero en ningún sentido era en ellos considerada como
patrona de la música. Por el contrario, existen documentos que cuentan la
escena de los festejos nupciales de muy diferente manera; según ellos,
mientras la música sonaba como parte del típico jolgorio de la ocasión, la
virtuosa Cecilia huía de ella y la calificaba como "el mortal canto de
sirenas que impulsa a los inocentes a poner en peligro sus vidas". Como se
puede observar, nada que ver con la defensa de la música, sino todo lo
contrario.
Una vez considerada santa, las sucesivas copias de las Actas a lo largo de
los siglos fueron introduciendo ligeros cambios en su contenido, comenzando
así un baile de conceptos mezclados y mal traducidos, dando lugar al
equívoco que finalmente la entronizó en los altares de la Música. Una de las
primeras copias sustituyó el escenario de la boda por el de su martirio y en
ella se decía que "mientras se la intentaba decapitar, Cecilia cantaba
salmos al Señor". De momento tampoco aparece nada que la relacione con la
música.
Con el paso de los años o, más exactamente, de los siglos, el prior de turno
mandó que se desempolvasen los viejos manuscritos de vidas de santos y se
copiasen en latín sencillo para que pudieran ser leídos por los monjes no
tan versados en lenguas cultas. Parece que el copista prefirió que la santa
muriera quemada y no decapitada, pero no conocía el nombre en latín del
horno para calentar agua y decidió denominarlo con el término genérico de
órgano, que tenía el significado amplio de herramienta o utensilio para
hacer algo. De modo que escribió la siguiente frase: "Candentibus organis
Caecilia Domino decantabat", o sea "Mientras estaba el horno al rojo vivo,
Cecilia cantaba al Señor". Vemos que aún no hay referencias musicales.
Pasaron otros cuantos siglos y los pergaminos estaban ya tan mugrientos que
no se podían leer, siendo retirados del uso. Pero como todo se revisa, en
cierto momento un monje que sabía latín fue encargado de hacer una nueva
revisión y copia del viejo manuscrito. La labor era difícil, pues las letras
emborronadas lo hacían casi ilegible. Y -traduttore, traditore- ocurrió el
desliz: donde ponía candentibus el nuevo copista leyó cantantibus y, además,
el término órgano lo tradujo como el instrumento musical que hoy es. En
consecuencia, la frase quedó así: "Mientras tocaba el órgano, Cecilia
cantaba salmos al Señor". ¡Y aquí sí, aquí ya tenemos una referencia
musical!
En efecto, fue esta noticia la causante de que la multitud de peregrinos que
compraban copias de vidas de santos empezaran a asociar a Santa Cecilia con
la música, creándose poco a poco una tradición en torno a ella, hasta que,
hacia el siglo XV, fue proclamada patrona de la música.
A lo largo del siglo XVI y siguientes su posición como patrona de la música
continuó creciendo. Fue representada tocando el órgano, o junto a él, en
numerosas pinturas, destacando las de Rafael, Rubens y Poussin. Así fue como
llegó a ser celebrada tanto en música como en poesía en los Cecilian
Festivals ingleses, en los que contribuyeron figuras del prestigio de
Dryden, Pope, Purcell y Händel. Un estimable ejemplo de su patronazgo fue el
Movimiento Ceciliano alemán del siglo XIX para la reforma de la música
litúrgica, que culminó en el Motu Proprio de Pio X, en 1903.
Sólo en los últimos años Cecilia ha dejado de ser invocada activamente,
siendo un buen síntoma de ello el hecho de que la revista americana
Caecilia, después de 92 años de publicación, cambió su nombre por el de
Sacred Music.
Así que el mundo de la Música cultiva una santa que no sólo no tenía nada
que ver con el sonoro arte, sino que expresamente lo rechazaba, poniéndolo
en la lista de las más pecaminosas tentaciones. ¿Que hacemos los aficionados
y profesionales, buscamos otra santa o santo?. No tenemos ninguna necesidad,
pero por si alguien se anima, le cuento la historia del procedimiento
seguido, allá por el siglo XVII, para elegir un santo patrón en la localidad
almeriense de Roquetas de Mar. Con motivo de beneficiosos acontecimientos
para la villa (el cese de una epidemia, una abundante temporada de pesca,
etc.) los vecinos decidieron que deberían dar gracias a alguien por ello.
Pero esos agradecimientos se hacen generalmente a un santo patrón y ¡ellos
no lo tenían!. ¿Qué hacer? La necesidad era urgente, así que se decidió
elegir un patrón de entre las imágenes que había en el templo (una cosa sí
estaba clara: el nuevo venerable benefactor tenía que ser vecino de la
aldea): San Pedro, San Pablo, la virgen de los Dolores, la virgen del
Rosario, etc. La ceremonia fue tan sencilla como poco imaginativa; a la
manera de una rifa de los postres de una cena, se introdujeron en una bolsa
los nombres de los santos cuyas imágenes ya estaban en las hornacinas de la
iglesia y una mano inocente -la de un niño- sacó al azar una papeleta,
recayendo el honor en la Virgen del Rosario. Y hasta hoy.

No hay comentarios: